Reseña: «Radio 3: rescate de un recuerdo»
Compré este libro hace cuatro años en la Cuesta Moyano de Madrid (los entrañables puestos de libros de la calle Claudio Moyano, justo por debajo del Jardín Botánico, cerca de Atocha). Ahora me he propuesto compensar un poco que durante el último año no he leído prácticamente nada. Mentira: sí que he leído, y bastante; pero solo artículos de revistas, pasajes de libros de texto, libros recomendados en la uni y cosas así. Todo en inglés y bastante monotemático, y casi todo por obligación (o no; según se mire).
«Radio 3: rescate de un recuerdo» no es, como yo esperaba, una crónica rigurosa, o al menos detallada, de los 30 años de historia de Radio 3 de Radio Nacional de España. Más bien es un recuento desordenado, ligero y subjetivo del espíritu de los inicios y de algunas anécdotas ligadas a la emisora. Para empezar, y antes de entrar en el fondo, la forma es muy frágil: el autor, Mariano Francisco Sánchez Fernández (que colaboró con varios programas en Radio 3 hace años) no parece un buen escritor. El libro da la impresión de haberse escrito con prisas, y en vista de los resultados me huelo que el editor decidió ahorrarse el corrector de pruebas. Erratas y faltas de ortografía a tutiplén («visagra» por «bisagra», «you don't below» por «you don't belong», etc.) y una puntuación totalmente desastrosa que hace que la lectura no fluya cómodamente. Parece mentira que este hombre haya colaborado con tantos periódicos, radios y televisiones, con esa forma tan simplona y poco clara de escribir que tiene. La última frase del libro es (y con esto no destripo nada): «¿que (sic) más voy a decir?». Pues eso; mejor no digas nada más. El libro está organizado en entrevistas a unos pocos protagonistas de Radio 3: Ramón Trecet, Diego A. Manrique, Jesús Ordovás, Beatriz Pécker, Federico Volpini, Carlos Galilea, Juan Pablo Silvestre, Iñaki Peña y alguno más. El autor transcribe párrafos completos de estas entrevistas entre sus propias reflexiones, pero no los edita convenientemente, ni se queda sólo con la enjundia. Así, las declaraciones de los personajes están llenas de puentes, lugares comunes y ocurrencias a la ligera, de las que uno suelta en cualquier conversación distendida, pero que no deberían aparecer en negro sobre blanco. Además, en distintos capítulos se hace referencia a la misma anécdota o al mismo evento, como si el autor se hubiese olvidado de que ya lo había mencionado antes. No sabemos cuáles fueron las preguntas que se hicieron (solo leemos respuestas, a modo de monólogo), pero es fácil deducirlas. Algunas preguntas tienen poco interés en relación al tema (Radio 3) y algunos de los entrevistados contestan como contestaría tu cuñado listillo, más o menos. Por ejemplo, varios comentan acerca de la «crisis de las discográficas», «internet» y «la piratería»; pero emplear una o dos páginas por capítulo en transcribir el tipo de comentarios vagos y poco informados que cualquiera haría en 2004 con una cerveza en la mano, pues es un poco timo para el lector. El tono que impregna el libro es el de que Radio 3 fue un experimento excepcional hecho con cuatro duros, un espacio sorprendente de innovación y libertad en plena transición política en el que se reflejaron e impulsaron las minorías y la cultura, algo que milagrosamente los sucesivos gobiernos dejaron vivir y donde se encontraron un grupo de profesionales enormes, que hicieron una radio muy innovadora y ganaron una audiencia pequeña, pero fiel. Como fan declarado de Radio 3, suscribo casi todo eso. Pero a veces da la impresión de que se cae un poco en la nostalgia y en el «Radio 3 ya no es lo que era». En mi opinión, lo más interesante es percatarse de cómo era Radio 3 en sus inicios, a principios de los 80, y comparar aquella situación con los medios de comunicación actuales. Es desolador. El programa «Caravana de hormigas», por ejemplo, era transgresor a un nivel que hoy parece impensable. En «Caravana de hormigas» llamaban «rata» a Txiqui Benegas (entonces en el gobierno), tenían una sección llamada «voy a por ti, Barrionuevo», celebraron la muerte de Luis Buñuel para poner de manifiesto el simplismo que hizo a Buñuel un héroe de la izquierda mientras que Dalí fue considerado, a la ligera, un fascista. Para atraer atención sobre las muertes de emigrantes en el Estrecho de Gibraltar, daban el parte de muertos como si fuesen los números en un cartón de bingo. Iñaki Peña dedica varias páginas a contar la historia de aquella proposición no de ley que finalmente restituyó «Trébede» después de que fuese suspendido por el gobierno de Aznar cuando se mostró tan crítico con el chapapote, el Plan Hidrológico Nacional y la Guerra de Irak. Yo recuerdo con especial cariño las historias surrealistas, terroríficas, estimulantes, sensuales de Carlos Faraco y su equipo a primera hora de la mañana en «El despertatroz», hace diez u once años. La verdad es que da un poco de pena pensar que esas críticas no son ni imaginables hoy. Maldita corrección política. Por cierto, la mayoría de los presentadores entrevistados señalan que, contrariamente a lo que se podría esperar, hubo menos intentos de control desde el poder con la UCD y el PP que con el gobierno del PSOE. No pongo la editorial ni el número de páginas, que para eso están la fotico y Google. Tampoco le doy puntuación, como hacen los que saben, pero creo que queda claro que no lo recomiendo.