Ricos gilipollas
Estoy indignado, sobrecogido, escandalizado, alarmado después de ver el reportaje del programa «Comando Actualidad» (TVE) «¿Los ricos también lloran?». Quiero pensar que la muestra está sesgada; que solo los ricos gilipollas (los ricos sin estilo, los ricos malvados, los nuevos ricos, yo qué sé) se rebajan a representar así su papel delante de unos reporteros. (Reporteros torpes, además, que les siguen para ratificar las frases hechas que ya tenían en la cabeza cuando salieron de la redacción). Los ricos que salen en este reportaje son tan odiosos, superficiales, desconectados de la realidad, hipócritas, psicópatas y caricaturescos que tienen que ser actores. Pablo me acaba de decir lo mismo, que también ha pensado que son actores. Mirad y escuchad a la alumna aventajada de Carmina Ordóñez alrededor del minuto veinte, y flipadlo. En otras palabras: debe haber otros ricos «normales»; razonables, sensibles, discretos. Gente que por lógica, pudor y sentido común no se enseñaría a toda España comportándose como críos, derrochando cantidades que saben (porque los ricos razonables sí lo saben) que son ofensivas para el ciudadano medio. Espero que esos ricos razonables sean la mayoría. En otro orden de cosas: será porque veo televisión made in Spain con cuentagotas y por eso lo noto más, pero ese estilo uniforme de televisión reporteril supuestamente dinámica e impactante, que intenta parecer espontánea y no intrusiva… ese estilo de televisión es ridículo, aburrido y más falso que el cutis de las entrevistadas en el reportaje. Esos encuentros espontáneos con los sujetos que no hay quien se crea (Hola, somos de «Comando Actualidad» / Ah, hola. ¿Qué tal? Bienvenidos, pasad); ese caminar rápido por la calle, mirando y hablando hacia la cámara; ese tirar de lugares comunes en lugar de parir frases originales (¿¿«los ricos también lloran»?? Por favor…). Y encima, me acuerdo de algún periodista que conozco, más creativo y mucho más hábil con el español que estos reporteros, y al que no dejan trabajar como tal…
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— ¿Cuánto cuesta este barco? — Ahora poco, ¿eh? Ahora, lo que te den. — ¿Cuánto pides por este…? — Hombre, yo… si… la raya de los quinientos mil euros la darían, por este barco.
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— Cristina, ¿t ú a qué te dedicas? — Pues yo, imagínate… ¿qué es a lo que se dedica uno en Marbella? Lo mejor, lo mejor de todo. — ¿A vender casas de lujo? — A atender a los clientes mejores que busquen… sus sueños. Y que quieran comprar una casa en Marbella, o un apartamento. Por pequeño o grande que sea.
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— Carmen, ¿usted durante el día qué hace? — Ay, ¡es que siempre me lo preguntan! Pues… pues lo mismo que tú: trabajar, divertirme cuando tengo un rato, estar con mis amigos… Yo, aunque me acueste a las tantas, siempre digo que me despierten a las nueve. Me pego el lujazo de desayunar en la cama, leer dos periódicos (todos los días)… y estoy una hora tranquila, recapacitando, despertándome, leyendo el periódico… viendo mi agenda, haciendo llamadas… Bueno; así empiezo. Luego ya me levanto, y a la guerra. — ¿Cuál es esa guerra? — Bueno, pues la guerra de las mil gestiones: qué hay que solucionar, qué hay que hacer… con abogaos, banco… eh… cosas que hay que terminar…
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— ¿Esto cuánto puede costar? — ¡Es que esto no es un mercadillo, pa'estar dando los precios! — Pero hay gente que necesita saber cuánto vale, para ver si se lo puede llevar. — Pues vienen… vienen, ven cómo les queda, si les gusta… entonces deciden. — ¿Se ve comprando, por ejemplo, Carmen, en… en un rastrillo, por ejemplo? ¿O en un mercadillo? — ¿En un mercad–De esos que hacen en los puebl–Me divierten mucho–La verdad es que no he ido nunca, pero deben ser muy divertidos.
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— Pero lo peor… porque… el pobre de siempre, que ha estao pidiendo, tal… bueno; está costumbrao. Pero lo peor es la pobreza en las personas que… bueno, que han tenido un trabajo, que viven bien y que de repente se encuentran… que les embargan la casa, que no tienen paro… ¡hay unos dramas…!
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— Con el tiempo que llevas aquí, ¿te has quedado alguna vez con la boca abierta? — Cuando te enteras, ¿no? de… de la pasta que se ha dejao un tío, una noshe. O cuando… cuánto vale llenar el tanque, pa'irte a Mallorca (que es la hipoteca que tengo yo toa mi vida, ¿no? a lo mejor)… Y eso es pa'llegar allí nada más, después… — ¿Cuánto es eso? — No sé. Veinte mil, treinta mil, cuarenta mil euros… — ¿Un poquito de envidia sana, da? O… — Pues no te creas, ¿eh? Tampoco se les ve muy felices, ¿eh? Hay algunos que no tienen ni amigos.
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— ¿Usted a qué se dedica? — Yo me dedic–Pues mira–Yo me dedico a mi casa y hago unas colaboraciones con una onegé por las mañanas. — ¿Y su marido? — Mi marido es arquitecto.
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— Hola, chicas. ¿Qué tal? — Hola. — ¿Ese es vuestro champán [de 1,800 € la botella]? O sea, ¿vosotras ya habéis empezado la fiesta? — Siempre hay que empesarla desde temprano. — ¿A qué os dedicáis? — Estudiamos derecho. Derecho al… — ¿Derecho a qué? — ¡Derechito a la fiesta! Todos los días. — ¿Hábeis pagado vosotras la cama, o estáis invitadas? — Nosotras. Una firmita. La verdad, nuestros papás. Vamos a ser sinseras.
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— Puedes pensarlo que es un derroche [jugar con botellas de champán a 1,800 € la botella], pero míralo desde la otra forma: si hay demasiao champán en el mundo yo lo cojo, hago una mezcla rarilla y lo meto en mi coche, que es diésel. Yo no bebo alcohol. Yo solamente quiero la botella. Lo que haya dentro, ¿qué quieres que haga con él? Me lo paso bien, pero también… también ayudo a mucha gente; yo tengo muchísimas obras de caridad que hago en el mundo entero… Y ya está, y esto es quizás… una forma de, a mí, pasarlo bien.