Un año
Lo que sigue es
un ladrillo ombligocéntrico que no puede interesar a nadie más que a mí
mismo. Seguro que tienes mejores cosas que hacer que leerlo :¬) El 21
de marzo del año
pasado
llegué a Londres Heathrow, solo, con mis maletas, para buscar piso y
trabajo (no tenía nada excepto a mi amiga
Araceli y
su hospitalidad). Tres días después tenía una habitación en un piso
compartido
(que cambiaría luego por otro). Un mes y pico más tarde empecé a
trabajar en una pequeña
empresa, en la que sigo a
día de hoy. El miércoles de la semana pasada hizo un año que vivo en
Inglaterra. He batido pues mi récord personal de permanencia: unos diez
meses en Milán, prácticamente un año en Sevilla… quién sabe cuánto
tiempo en Londres. Suelo reflexionar sobre mi situación; ése es el tipo
de cosas que uno puede hacer en mis circunstancias. Pero parece que
cumplir el periodo redondo lo hace más trascendente. Así que en estos
días estoy intentando hacer el diff
de mi vida entre la revisión de
hace un año y la actual. E intento ser objetivo. Me parece importante,
porque en función de esos cambios habrá que decidir qué hacer a
continuación. Si el desarrollo ha sido bueno, habrá que seguir en la
misma dirección. Si las cosas no funcionan bien según el diseño inicial,
quizás haya que crear una etiqueta e iniciar una nueva rama (y si hay
que hacer una migración, ésta podría ser complicada). Podría ser
necesario, incluso, revertir los cambios en ciertas partes y volver a
revisiones anteriores. Ahí va un diff
caprichoso, desordenado,
incompleto y seguramente no tan objetivo: Me queda un año menos para
hacer cosas antes de espicharla. Con 26'5 años, hace tiempo que el
cristal en la palma de mi
mano
es amarillo. Pero también tengo un año más de experiencia, y es un
poco menos probable que cometa los mismos errores que haya podido
cometer en los 26'5 años anteriores. También puedo contar más
batallitas; tantas como caben en un año. Como persona, soy un año más
«interesante» y también un año más coñazo. (Lógicamente, y dado que
no tengo ningún control sobre el factor «devenir inexorable del tiempo»,
todo esto importa poco en realidad). Mi DMSQ es más alta ahora.
Tengo muy cerca a un puñado de personas a las que quiero, pero la
inmensa mayoría de mis familiares y amigos están en «zona 7» (también
llamada «zona Ryanair») y no puedo verlos sin coger un avión (aunque al
menos ahora me es más fácil viajar a cualquier sitio que hace un
año). Muchas de mis relaciones se han debilitado, o han cambiado
significativamente en este año. De todos es sabido que el amistón y el
cariñón, partículas subatómicas responsables de las relaciones
humanas, tienden a desintegrarse en partículas de menor energía cuando
se ven obligadas a viajar distancias superiores a unos pocos cientos de
km. Mi día a día es bastante más variado de lo que era hace un año,
por el simple hecho de estar aquí y ser un guiri. Incluso la rutina de
los días de trabajo sin nada especial es un poco más interesante. Soy
una especie de turista en estado semivegetativo durante 24 horas al día,
aunque también sea un currito con todas las de la ley. En general, ahora
me es más difícil relacionarme con la gente que tengo alrededor. Da
igual que sea un mero dependiente, un colaborador del trabajo o un amigo
potencial: el idioma y la cultura son una barrera a menos que uno sea
oriundo o bilingüe (y yo ya nunca lo seré). Relacionándome con nativos
soy menos elocuente, preciso, divertido, ocurrente y educado. ¡No es que
sea todo eso hablando en español! Pero en cualquier caso, en inglés lo
soy aún menos. Mi inglés es bastante mejor que hace un año. Supongo.
De malo a regular. Me es muy difícil evaluar cuánto he aprendido en este
tiempo. Pero sí creo que lo entiendo bastante mejor y lo leo con menos
esfuerzo. También me siento un poco más cómodo hablándolo y mi
vocabulario se ha ampliado. En cuanto a mi italiano, se ha mantenido
estable con pronóstico reservado; está un año más oxidado, pero al
menos lo uso de vez en cuando. He empezado a aprender
japonés,
que es algo que siempre había querido hacer, y que me ilusiona. Mi
sueldo neto es mucho más alto que hace un año, incluso pagando un
porcentaje mayor de impuestos. El alquiler de mi habitación, el
transporte, la comida y en general cualquier cosa también me cuestan
mucho más ahora, pero aún así la diferencia es positiva. Además, las
cosas que cuestan más o menos lo mismo en cualquier parte del mundo (un
iPod, un billete de avión, el alojamiento de esta bitácora) son para mí
bastante más baratas ahora en términos relativos. Hay muchas más cosas
ocurriendo a mi alrededor. Sea ocio, deporte, cultura o política,
siempre hay mil cosas importantes a escasos kilómetros de mí. Y no
importa que la compare con Granada, Sevilla o Madrid: esta ciudad
siempre gana en cantidad y en variedad. Londres es, oficialmente, «la
polla» (Golan dixit). Lo malo es que no estoy aprovechando todas esas
posibilidades por falta de ánimo y de quórum. Como peor. Aquí
tengo poca variedad de productos naturales sin alterar (¡pescado!) y
abunda la comida facilona, artificial y no muy sana. Me da menos el
sol, hay menos luz, el invierno es chungo. Aunque esto no lo llevo tan
mal como me temía (ventajas de ser un friki misántropo intrapuertas). Lo
bueno es que en primavera y en verano los días son aún más largos que en
España, y no hace tanto calor. Etcétera. Ahora tengo que dejarlo reposar
con tranquilidad.