Cuatro razones para estar contento
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Una revelación de optimismo repentino que me vino esta tarde, de ésas que conviene atrapar y archivar pa' cuando hagan falta:
- Por las mañanas tardo exactamente veintidós minutos en llegar desde casa a mi nuevo trabajo; tres paradas de metro sin transbordos más dos paseos muy cortos. Al mediodía puedo andar cinco minutos y comerme el bocata en el «Km 0» de Londres, sentado en las escaleras de la National Gallery, al pie de la Columna de Nelson.
- Por las tardes, después del trabajo, sólo tengo que caminar otros diez minutos para llegar a la escuela de idiomas en la que hago mi curso para ser profe de español: un par de manzanas hacia el norte, cruzo Covent Garden justo por el centro de la plaza y enseguida llego a Holborn. Si me pongo tonto alargo el paseo un minuto o dos más y atravieso también Seven Dials, un barrio que me encanta.
- Mi nueva empresa es muy solvente y ofrece todas las facilidades típicas de una organización con casi 200 empleados en Central London. Me pagan más que en mi trabajo anterior, en principio trabajando igual o menos. Y los horarios son medio flexibles. Parece casi seguro que no voy a tener problemas para ir a clase cada tarde de lunes a jueves.
- Desde que cambió la hora, salgo del trabajo y aún es de día un buen rato.
Hago lo que me da la gana con mi tiempo. No dependo de nadie y nadie depende de mí.