Justo antes de
ir a España por navidad leí este libro, «Sulle
tracce di Kevin», que es una edición italiana del famoso
«Takedown» que
escribieran Tsutomu
Shimomura y John
Markoff
tras la captura de Kevin
Mitnick.
Al parecer también se hizo una peli.
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Leer en italiano un libro como éste es un poco aberrante, porque está
plagado de términos técnicos cuya traducción del inglés al italiano
suena a veces ridícula. Aproximadamente tan ridícula como nuestra
traducción al español. Lo que pasa es que al leer esas palabras en un
idioma que no es tu lengua materna, esto se nota más.
(«Log file» →
«file-diario» :¬) Es una mezcla curiosa; el
italiano, que a los hispanohablantes nos suena entre afectado y
divertido, con tropezones en inglés. Tropezones cuyo género al ser
italianizados a veces ni siquiera coincide con el que los españoles
les hemos asignado (también muy caprichosamente, supongo). Generalmente,
si leo en inglés o en italiano intento que sean ediciones originales.
Pero compré este libro en Milán hace seis años y me daría lástima no
leerlo. El libro en sí es bastante malo. Si eres un profesional de los
computadores buscando un relato jugoso y detallado sobre
crackers, phreaking y
seguridad en los albores de internet… ahórratelo. Desde el punto de
vista técnico, no cuenta mucho que no sepas, ni se mete en explicaciones
de bajo nivel, que sí podrían ser más interesantes. Se nota que han
cuidado el registro y han limitado mucho las partes con más enjundia
para no asustar a ningún lector potencial con la jerga. Probablemente
sea la mano de Markoff. La novela en realidad es una secuencia bastante
sosa de acontecimientos, fechas y nombres propios. Quienquiera que lo
haya escrito —Shimomura o Markoff— no tiene ninguna habilidad para
transmitir las emociones de los protagonistas a medida que van
acorralando a Mitnick. Ni la frustración cuando las cosas no funcionan y
parece que el cracker se les escapa. Ni
siquiera saca jugo dramático del buen recurso que es siempre tener dos
personajes igualmente brillantes y sin embargo completamente
antagónicos; atacándose mutuamente pero gustándose el uno al otro en
secreto. El típico lucho-contra-ti pero-a-la-vez-te-admiro
en-el-fondo-somos-iguales, vamos. Muchas buenas obras lo tienen
(«Heat»).
Incluso lo tienen algunas obras malas («G.I.
Jane»).
Esta obra no. Y mira que sería fácil. No obstante, creo que para un
profesional es bueno conocer al menos un poquito de la historia de
Kevin
Mitnick.
(Y también la de Morris y sus
gusanitos).
Una cosa que me irritaba bastante del libro es que Shimomura no tiene
abuela. Los fallos que hubo durante la investigación los produjeron
siempre sus colaboradores, él jamás se equivoca. Según él, advirtió
exactamente de lo que iba a pasar a todas las empresas afectadas.
Cualquier deficiencia en la búsqueda del delicuente es siempre fruto de
trabas burocráticas (impuestas por funcionarios y técnicos que nunca
entienden nada de lo que está pasando, y a cuyo nivel preescolar
Shimomura tiene que que rebajarse con gran esfuerzo cada vez que trata
con ellos) y nunca producto de su poca habilidad. En un capítulo en el
que cuenta su infancia y su periodo en la universidad, Tsutomu se
descuelga de pasada con algo como: «este conocimiento avanzado de las
matemáticas siendo tan joven es la base de mis investigaciones en
biología, física, algoritmos paralelos y otras materias» (perdón por la
incita; no tengo el libro a mano). Ea. Siendo el Mejor Experto en
Seguridad de la Historia, le sobra tiempo para optar al Nobel en otros
terrenos. Por todo ello, calculo que un solo ejemplar del libro contiene
ca. 600
Kiloegorías
(272 % de la CDR). Acerca de la sempiterna polémica sobre Kevin Mitnick.
El tío tiene tantos defensores (feroces) como detractores (feroces), así
que siempre me ha parecido imposible leer algo sobre él sin notar mucho
el sesgo que toque en cada caso. Esta novela no es diferente:
obviamente, Shimomura, Markoff y cia. son los buenos, y Mitnick el malo.
Mi opinión es la siguiente: suplantar identidades ajenas, invadir la
intimidad, interceptar el correo de otros, destruir sus datos, robar
datos bancarios y publicar información personal no es ético (además de
no ser legal). Si se acepta que Mitnick hizo al menos una de estas
cosas (y parece claro que sí hizo al menos una de éstas) entonces es
culpable, es un delincuente. Lo único que puede eximir a un delincuente
o a un inmoral es que su violación de las reglas se produzca bajo
ciertas circunstancias especiales y siempre para conseguir un bien
mayor, algo moralmente positivo, que no se podría haber conseguido de
otro modo (léase «desobediencia civil», «objeción de conciencia», etc.).
Por tanto, a menos que los seguidores de Mitnick encuentren algún
beneficio altruista e incuestionable para la sociedad, que no podría
haberse logrado de otro modo, Kevin Mitnick es culpable, es un
delincuente. Creo que los que quieren ver en él a un mesías con un
discurso se equivocan. A mí me da que sólo era un inadaptado, un
oportunista y/o un pillo. No le veo ninguna filosofía, ninguna «ética
hacker», ningún mensaje. Y aunque los tuviese,
¿para qué defender modelos contrarios a la ley y a la ética habiendo
siempre buenos modelos dentro de las normas? Si uno quiere defender la
intimidad en los sistemas informáticos, la autorregulación de internet,
la no injerencia de los gobiernos, la criptografía libre, la ingeniería
inversa… siempre puede inspirarse en la
EFF, en Pekka
Himanen
o en la GNU. Que
también son guays, pero no roban números de tarjetas de crédito.