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Seis años no son nada

· 3 min read

Cinco años y medio, 430 km y unos cuantos grados centígrados separan estas dos imágenes:

E.T.S. de Ingeniería Informática, Granada, verano de
2004

E.T.S. de Ingeniería Informática, Granada, verano de 2004

Mercado de San Miguel, Madrid, febrero de
2010

Mercado de San Miguel, Madrid, febrero de 2010

El otro día nos juntamos en el Mercado de San Miguel, aquí en Madrid, unos cuantos compañeros de la promoción 1998–2003 (más bien 1998–2004) de ingeniería informática de la Universidad de Granada. Resulta que un día andando por la Calle Mayor (casualmente, al lado de este mercado) me crucé con Alvarito (quien anda ahora muy ocupado en sus proyectos empresariales) e intercambiamos teléfonos. Por otro lado, la semana pasada LinkedIn me reconectó felizmente con Fede. No solo eso, sino que Fede y otros pocos estaban cocinando un reencuentro precisamente para esa misma noche. Yo tenía invitados aquel día, pero conseguí pasarme un ratito por el mercado y tomarme un algo rápido con la gente que veis en la foto. Álvaro y Juande aparecieron en el último momento. Creo que de los compañeros que hemos emigrado a Madrid (unos hace ya años, otros —como yo— hace apenas unos meses) al único que eché en falta fue a Rubén (¡que ya tiene una niña, me cuentan!). Fue un momento de recuerdos. En las caras de los cuatro que estamos en ambas fotos (Juan, Fede, Juande y yo) puede apreciarse claramente cómo somos más viejunos, y también un poco menos pardillos (¿no?). En la foto antigua acababámos de terminar la carrera, o apenas nos quedaba un par de asignaturas, y se ve el careto de satisfacción (y ese bendito sol del verano en Granada). Ahora somos unos currelas y unos madrileños en menor o mayor grado; la mayoría con novia formal (cuando no esposa), coche, descendencia, hipoteca, o una combinación de las anteriores. La mayoría, que no todos. Ademas, y para rizar el rizo, el otro día revisando mis fotos en Flickr vi que la foto de arriba de 2004 es la primera de mis fotos públicas. Así que ahora mismo estas dos fotos son el alfa y el omega de mi Flickr, y se cierra así el círculo del photostream. Si a esto le unimos que hace un rato me acaba de decir otro de mis grandes y queridos amigos de la ETSII que este año se casa con toda la parafernalia, en el pueblo de ella, ¡y por la Iglesia! (otro que cae) no puedo no sentirme hoy un poco nostálgico (y raruno a la vez). ¡Salud y núcleos de ferrita!

Otra fotillo de la misma
noche

Otra fotillo de la misma noche

Uno de esos días en la oficina

· One min read

Esta mañana en la oficina he hecho un svn revert -R . en el directorio equivocado, lo que ha volatilizado una hora o dos de trabajo del día anterior. Poco después he abierto una ventana de MI y he estado dándole la brasa durante más de una página a Luis sobre detalles del proyecto. Me respondía unas cosas rarísimas y no parecía entender nada de lo que yo le decía, hasta que me ha recordado quién era, y entonces me he dado cuenta de que no era el Luis que yo pensaba, sino otro. Y aún antes de comer me ha dado tiempo de dejarme el foco del sistema de ventanas en la aplicación equivocada y de escribir (y enviar) enterita y por error una de mis contraseñas más preciadas a otro colega con el que estaba charlando. A pesar de todo eso, el día ha continuado medio normal. Incluso he ido esta noche a la sala Galileo Galilei a ver a Faemino y Cansado en directo. Muy divertidos. Y no me he roto una pierna ni nada. Ahora a dormir.

«Tiempo de Silencio» en el Gijón

· 4 min read

«Nada, que le tiraba. Madrid tira mucho. Hasta a los que no son de aquí. Yo lo soy, nacido en Madrid.»

— Luis Martín-Santos, «Tiempo de Silencio».

El Café Gijón es hasta barato (3,70 € un espresso con leche en mesa, más la propina) teniendo en cuenta lo cargado que está el lugar de significados y lo electrizante que es leer allí ciertos libros. Hoy he salido del metro en Banco de España y he subido por el Paseo de Recoletos. He llegado pronto, había muy poca gente, y he elegido una mesa bajo el espejo enorme. Me he encaramado en el plástico rojo de ese asiento corrido tan acolchado, espalda contra la pared, y he amortizado el desembolso alargando mi café y disfrutando del ambiente mientras el lugar se iba llenando poco a poco. Será la sugestión del lugar y del precio, pero juraría que el café estaba especialmente rico.

Portada del
Gijón

He alternado lectura con contemplación (no interior, sino de la otra). Los camareros van todos de uniforme blanco, excepto el señor orondo que maneja el comandero, que va de negro y con corbata. A mi alrededor, intentaba detectar indicios en los parroquianos. Un señor que estaba solo, como yo, abrió su moleskine nada más llegar y escribía a ratos. Un viejo, al que el jefe de camareros saludó con complicidad, y que por su edad debió ser coetáneo de los del 98 por lo menos, parecía dibujar bocetos en su libreta hasta que llegó su amigo un buen rato más tarde. Un hombre cerca de mí explicaba a otros dos la situación de las licencias de televisión privadas, comparaba con otros países y desentrañaba los intereses políticos detrás de ese negocio.

Interior del Café Gijón
(1)

Interior del Café Gijón
(2)

El libro que yo llevaba era muy propio (no iba a leer allí a Larry McMurtry, claro): «Tiempo de Silencio», una novela de 1961, muy comentada y muy celebrada, de Luis Martín-Santos, que empecé a leer ayer mismo. La que tengo es una edición 35ª, nada menos, e incluye las páginas que fueron censuradas cuando se publicó por primera vez. Al parecer, la novela es un retrato fantástico del Madrid de finales de los años 40; y desde que me enteré de qué iba y mis padres la sacaron de entre los estantes de libros y me contaron un poco acerca de su autor, estaba deseando leerla. De eso hace dos meses. Y aunque me estoy tapando los ojos con la mano para no leer los espóileres en la Wikipedia (deberíais verme; qué ridículo estoy), me ha parecido ver que el propio Café Gijón sale en la novela.

Leyendo en el Café
Gijón

Temía el comienzo, porque me habían prevenido del estilo denso, barroco y extravagante. Pero está resultando una delicia. Es verdad que hay mucha subordinación, pocos puntos y seguido (poquísimos puntos y aparte), profusión de palabras difíciles y de transcripciones atrevidas del inglés, y una variedad brutal de registros, desde el cheli más castizo de las chabolas de Madrid hasta el lenguaje cultísimo e irónico del narrador-protagonista. Pero todas las descripciones son tan minuciosas y tan originales, el relato está tan bien tejido y es tan rico, que se hace fluido. Y además muy divertido. La atmósfera tan evocadora de ese Madrid opresivo de postguerra, en un otoño luminoso aunque frío y gris, bullicioso de hambre y de miseria y de personajes misteriosos que merodean la calle Atocha en gabardina me está recordando bastante a «Beltenebros», de Muñoz-Molina. Además, el libro contiene en sus primeras páginas un par de frases miriamétricas pero maravillosas acerca de la ciudad en general, y de Madrid en particular. Siendo como es la idea de ciudad uno de mis objetos de fascinación, una de esas citas ya ha dado nombre al conjunto en Flickr que estoy dedicando a mis fotos de Madrid. Y ya en octubre decidí que será también el encabezado para el rediseño que estoy pergeñando para mi sitio web y para esta bitácora. Por si os ha picado la curiosidad, aquí tenéis la novela en versión electrónica:

Machismos

· 3 min read

Una muestra más de las actitudes machistas que aún pululan por ahí, y que atribuyen a las mujeres, de forma paternalista, un carácter fundamentalmente emocional y débil, relegando su competencia profesional y su independencia a un segundo plano. Un enfoque esencialista según el cual las mujeres, por ser mujeres, son inseguras y necesitan de afectos en el lugar de trabajo, víctimas de un ideal romántico de dependencia (fuentes y enlaces más abajo):

«Las mujeres, por miedo a no ser queridas viven en la impostura, un modelo de comportamiento femenino que tiene como objetivo adaptarse a las distintas exigencias para evitar el rechazo

«La forma femenina de estar en el mundo está marcada por el miedo a no ser queridas, y este miedo a no ser aceptadas convierte a las mujeres en sumisas, les impide demostrar su talento y provoca una actitud que envía al entorno un mensaje de búsqueda de protección, se infantilizan.»

«Se ha llamado el Síndrome de Maripili a las actitudes no conscientes de sabotaje que tienen las mujeres y son la consecuencia del miedo a no ser queridas

…solo que estas citas están extraídas de una fuente poco sospechosa de machismo (en principio): la web Liderazgo Femenino (no encuentro información sobre qué institución está detrás), ligada al I Congreso Internacional de Liderazgo Femenino, que tuvo lugar hace pocos días en Barcelona. Cualquier intento por eliminar discriminaciones a la hora de contratar mujeres y por llevar los salarios medios femeninos al mismo nivel que los de los hombres es muy loable. Esta web, y el congreso que han organizado, persiguen esos objetivos. Por eso les doy la enhorabuena. Pero a veces me da la impresión de que con «ayudas» como estas las mujeres no necesitan enemigos. Llevo un año haciendo estudios culturales, aprendiendo cómo se aprende acerca de la cultura. Me han hablado de cultura popular, cultura de masas, contracultura y Cultura con mayúscula. He leído acerca de culturas hegemónicas, minoritarias, mestizas e híbridas; manipulación cultural, teorías y escuelas diversas, distintas interpretaciones. Hemos leído artículos sobre la cultura homosexual en EEUU, sobre el reduccionismo que asimila las culturas de Asia Oriental a un puñado de estereotipos, sobre grupos que se identifican con la cultura popular audiovisual japonesa, sobre las connotaciones culturales de ciertos códigos de conducta sexual y de relaciones afectivas entre las personas… Y sin embargo, ninguno de los artículos que he leído mencionaba siquiera «la cultura de los hombres» ni «la cultura femenina». …hasta que Liderazgo Femenino ha descubierto que las diferencias entre hombres y mujeres en el entorno laboral se deben a un choque entre dos culturas diferentes, nada menos:

«Las mujeres somos una cultura diferenciada [sic] y por ello tenemos una manera de ver y una manera de no ver [sic] y unos miedos incorporados a esas percepciones. Las mujeres nos colocamos en el mundo con miedo a no ser queridas, con miedo a no ser aceptas [sic] y para tratar de evitar el rechazo impostamos nuestra identidad, nuestros deseos, nuestra voz.»

Pero, por encima de todo, que quede claro que la línea de Liderazgo Femenino no es machista:

«El liderazgo femenino aparece cuando nos autorizamos a vivir según nuestra identidad, al margen de los estereotipos. Y es entonces cuando encontramos este sereno poder, somos poderosamente femeninas y creamos entornos de respeto

Lo dicho: con estas ayudas…

Una vida sin objetivos

· One min read

Hoy he tropezado con esto:

«Si para ellos no existe un Dios , ¿como pueden vivir esos ateos? Mas racional que ellos me parecen (y se que es un mal ejemplo) los que dicen que Jesús e extraterrestre o que afirman adorar al señor de las tinieblas, y es que para los ateos la vida no debe de tener ningún objetivo, ninguna batalla merece ser peleada (para los ateos, claro esta), de que servirá todo lo que se vive, si nuestra existencia tiene limite temporal, a diferencia de la mayoría de las religiones que afirman existe una especie de vida eterna.»

— Timur

y ha hecho que me acuerde de esto:

Génesis

· 4 min read

«Génesis»

Génesis es una novela corta de ficción científica de Bernard Beckett, un autor neozelandés poco conocido, publicada originalmente en 2006. Un par de guerras mundiales (nuevas) y varias pandemias (pandemias de las de verdad, no de estas que hay ahora) han azotado el globo. Platón, un magnate metido a salvador de la raza humana, se recluye en el archipiélago que llaman «la República» y consigue mantener a su sociedad de diseño aislada del resto del mundo mediante la construcción de la Gran Valla Marina. La República parece ser el último estado a salvo en la Tierra. Los pocos zombis infectados que consiguen llegar por mar hasta la Gran Valla son eliminados. En la República, la humanidad se ha reorganizado y aparentemente ha conseguido un equilibrio pacífico. La Academia es el organismo que dirige esta sociedad. En ese contexto, una joven opositora estudiante, Anaximandro (sic), discípula del filósofo Pericles, se presenta al riguroso examen de ingreso en la Academia. El tribunal está compuesto por tres funcionarios Examinadores que la interrogan acerca del tema en el que se ha especializado: la vida de Adán Forde, un personaje clave en la historia de la República. La novela arranca cuando Anaximandro (Anax para los amigos) se presenta ante el tribunal, y termina cuando lo hace el examen. La historia mezcla varios temas, y lo que los une a todos es un tono filosófico y metafísico sobre el devenir de la humanidad, la evolución, la tecnología y la sociedad, que a mí me ha parecido interesante. Durante su examen, Anax recrea con detalle un test de Turing (aunque no se le da ese nombre) que resulta bastante entretenido; una batalla intelectual (pero también emocional) entre Adán Forde y una máquina, a base de lógica aplastante y puyazos resentidos hombre-máquina. También se menciona el experimento de la habitación china. Se puede considerar una novela en tiempo real: el examen de ingreso de Anax en la Academia dura cinco horas (con descansos), y el libro se lee más o menos en ese tiempo (quizá con descansos). Son 158 páginas de letra gorda. Y quien no sea tan lento como yo leyendo literatura seguramente tardará bastante menos. No está mal la novelita. Te mantiene enganchado y se resuelve con sorpresa, aunque también con simpleza, y además toca de refilón temas que podrían dar más de sí: el apocalipsis, una sociedad de vigilancia y control y además estratificada (“Nineteen eighty-four” meets “Brave new world”), la IA, la esencia del Hombre y de la conciencia… Lo de reciclar nombres de filósofos e instituciones de la Grecia clásica en este contexto futurista no termino de entenderlo bien; supongo que son alegorías e ironías jugosas, pero como estoy pegado en Grecia, me lo pierdo. Como nota curiosa, en este libro la traductora, Gemma Rovira Ortega, propone la primera traducción al español que yo haya visto del acrónimo inglés SNAFU: «SINOMEPATO» :¬) Aviso que el artículo de la Wikipedia (en inglés) cuenta la trama con espóilers y lo desvela todo. Sigo con mi racha de leer libros regalados o prestados (este me lo pasó mi tío). Y al igual que me pasa cada vez que me pongo con libros pendientes, me pregunto dónde está el equilibrio entre leer lo que los demás te recomiendan o proporcionan y lo que a ti realmente te apetece. A raíz de eso, tres preguntas al aire relativas a the pila:

  1. ¿Os medio forzáis a leer los libros que os regalan o prestan, aunque algunos os interesen sólo regular?
  2. En caso afirmativo, ¿dais abasto para leer esos, más los que vosotros elegís?
  3. Y finalmente, ¿aplicáis algún algoritmo para decidir el próximo libro a leer de entre los regalados? En otras palabras, ¿FIFO o LIFO?