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Escuchas en la Casa Blanca

· 4 min read

— Señor presidente. — Fenosilla. Dime. — ¿Tiene un minuto? — Siempre para ti, Fenosilla. — Preguntan por Obama al teléfono. — ¿Quién es? — Ay, otra vez se me ha olvidado preguntar, presidente. — Pues mira el número en la pantalla, hombre. — Es que no tiene pantalla; es un teléfono de rosquilla. — Termino de tuitear una cosita y estoy contigo.

— Buenas tardes, soy Obama. Barack, sí. Ah, hola. Sí. Ajá. No, hoy está mejor la cosa. Sí, anoche refrescó un poquito y soplaba algo de aire, pero por lo menos no dan lluvia en Washington. ¿Y allí? Me alegro. Sí. ¿El martes? Lo voy a mirar, pero me da a mí que ya estoy hasta arriba de cosas. Yo le llamo, sí. Adiós. Póngame a los pies de su señora. — ¿Quién era, presidente? — Jon Stewart, que me busca para que vaya a su programa. — Claro, le habrá visto con Jay Leno y le ha dado envidia. — ¿Qué tal estuve, Fenosilla? ¿No soy el presidente más carismático, humano y dospuntocérico del Mundo Libre? — Rutilante, señor. El chiste de American Idol y Simon Cowes le salió bordado. — Bueno, bueno… En los ensayos me salía mucho mejor. — Precisamente tenía que decirle algo sobre… — Huy, quería preguntarte yo: el vídeo para los franceses, ¿qué te ha parecido? — El vídeo para los iraníes, quiere decir… — Bueno, sí; eso. ¿Me has visto hablando en iraniense? Se le ocurrió a Corvejosa, pensó que sería un detallazo. Al final del mensaje, me descuelgo con un «eid-eh shoma mobarak». Como por casualidad, oye. — Brillante, señor presidente. — Y el primer plano; ahí, enseñando labiacos… Todo tan humano. Yo creo que va a ser rompedor. Los iranianos se van a dar cuenta de que somos buena gente y van a dejar la bomba esa a medias, no la van a encender siquiera. — Sin duda, señor. Y ahora que YouTube traduce los subtítulos en tiempo real a un montón de idiomas, su mensaje va a llegar a más gente todavía. — Sí. Un mensaje firme de esperanza para todos y cada uno de los ciudadanos valientes de este país, ciudadanos que se preocupan por lo que importa: sanidad para todos, un sistema justo y una educación de calidad para sus hijos e hijas. Os puedo adelantar que el camino que tenemos por delante no será fácil; las soluciones que América necesita exigen del trabajo y el compromiso que… — Presidente. Señor. Que se embala. — Ay, es que es tan bonito que me emociono yo mismo… Oye, pero el YouTube es la leche. ¿Puedo nombrar a un gay vegano discapacitado de ascendencia esquimal como nuevo director general de YouTube? — No, señor. YouTube es una empresa privada; no nos pertenece. — Cachis, habría quedado muy humano. En fin, ¿qué me querías decir, Fenosilla? — Verá, es que algunos de sus asesores están preocupados, piensan que quizás estamos cometiendo algunos errores con su imagen pública. — ¿Qué quieres decir? Eso es imposible; estoy siendo cuidadoso, como me dijísteis: a Cynthia no pienso traerla al Despacho Oval (y mira que me cuesta aguantarme las ganas, porque las cortinas esas, no sé que tienen que me ponen burraco). Cuando Joe pasa la noche con los niños siempre los metemos y los sacamos de su casa por la puerta de atrás. Si voy a un banquete durante el Ramadán siempre hago como que mastico y tiro la comida debajo de la mesa con disimulo, ¡y la mezquita la tenemos escondidísima en el subsótano! — No es eso, presidente, sino algo mucho más importante. — ¿El qué? ¿El qué? Siempre llevo el pin con la bandera. Caldevila me dijo que eso era lo más importante de todo. — Sí, sí; eso es lo principal. Pero es que alguna gente se está preguntando si no se está usted olvidando de algo importante. En concreto, de lo que viene siendo el tema de lo que es gobernar, mayormente. — ¿Gobernar? Nadie me dijo nada de eso. ¡Yo tengo carisma y emociono a la peña! ¿No basta con eso? — Disculpe, presidente… (¿Corvejosa? ¿Caldevila? Tenemos un código rojo en el Ala Oeste.)

Happy

· One min read

Because in about four months I'll be switching from this…

…to this:

From this…

…to this:

From this…

…to this:

From this…

…to this:

Sad

· 3 min read

Xirick has been damn fast replying to my previous post. And the pictures he's used are great to illustrate my changes for the near future. What Xirick didn't know is that I already had an analogous counterpoint for my own argument, ready to be posted today. You know, being as contradictory as I am, you can't post about happiness one day an not try to balance that with sadness the day after. Or maybe you can. Well, I don't think you can. But you definitely can. I know: these photos aren't nearly as good as the ones in Xirick's post. But my point was to illustrate the differences using only my own photos. Enough said.

I'm sad because in about four months I’ll be switching from this…

…to this:

From this…

…to this:

From this…

…to this:

From this…

…to this:

…and so many other wonderful things, habits, activities and feelings that I will leave behind. Some of them difficult, if not impossible, to find in other places. Like the amazing architecture, or rather the flamboyant collage of different styles. And the ostentatious buildings, the cityscapes, and that feeling of living in the city, in the centre (not the center) of the world:

And proper winters (with all the nice things that a winter should have). And solvent organisations to work for; in comfy, spacious offices that are within walking distance from many other important places. Organisations that pay what is fair and where you work the time you are supposed to work, full stop:

And those (few, I know) lovely days of summer spent with friends frolicking on the grass, in one of the many parks:

And the institutions, the organisations, the courses, the opportunities, the knowledge floating around. The libraries, the bookshops:

And the rightful lack of modesty:

And the buzz around, the surprises every day, the unexpected events, the festivals:

And the streets, the variety, the peoples. The freedom, the mind-openers. Walking or running the city. Crossing two blocks means leaving Poland and entering Mexico. Run a bit further and you're in Guinea-Bissau:

And the hub, the connections, the flights, the trains. The freedom again. Having trouble to decide the destination because all the first five countries in the list are close at hand and inexpensive anyway:

And all the friends stopping by, the guests every couple of weeks, friends of other friends who become friends. The parties, the nights out:

And the culture, the music, the big names:

And the events, the conferences, the initiatives:

And most of all, I will be missing these two so much:

Dos microrrelatos

· 2 min read

«Génesis»
palabra obligada: «zapatero»

Como el Señor Acechante se repliega en los bordes de la materia, observando, creando, estudiando. Los mundos que ha imaginado han vivido instantes, unos; y eones, los más. Su sola voluntad altera la realidad, porque la realidad es Él. Cuando uno está en el escalón inmediatamente superior a la divinidad, el aburrimiento es un anatema. Y la omnisciencia, la omnipresencia y la omnipotencia le rinden tributo. Ama a sus criaturas como un zapatero meticuloso. Y ellas le ignoran, por más que inventen entidades superiores hechas a su imagen y semejanza. Y sus criaturas cambian, se destruyen, evolucionan. Chascó tantas veces los dedos para borrar Universos enteros que ya no recuerda cuál de sus trabajos le satisfizo más.

«Vosotros ganáis, malditos capitalistas»
tema: «el padre»
palabra obligada: «espermatozoide»

«¿El departamento de discos? Tercera planta, caballero», embutida en un traje color de la casa. Cuando quieres subir sólo encuentras escaleras mecánicas que bajan. ¿Foo Fighters o Björk? No, hombre; se trata de que le guste a él, no a ti. ¿Serrat? ¿Mina? Creerá que le estoy llamando pureta. Mucho mejor un objetivo nuevo para la réflex. Otra vez para abajo, a empujones, como un espermatozoide abriéndose camino entre colegas. ¿Es que hoy todo el mundo tiene padre? 492,99 euros por un 20 mm. Un robo, oiga. Que no cunda el pánico. Un libro, solución universal. Quince minutos de codazos para volver a la tercera planta. «Fernando Morientes, venido de las estrellas», una enciclopedia botánica, el de Javier Sardá. Vale. Me rindo. Una corbata.

Dos microrrelatos que escribí hace años para sendos concursos (y en los que no gané nada, claro). Los copio aquí para no perderlos.

En chino

· One min read

“Arguments based on the ideal of subjective autonomy played a key role in the early postwar episteme, contesting deterministic forms of both historical materialism and liberal behaviorism and highlighting the importance of intentional intervention. At the same time, in the early Japanese postwar context demands for subjective participation seemed to make sense only in conjunction with either a historical materialist or liberal humanist metanarrative of progress. Accordingly, when subjectivity was propounded, the effect was paradoxically to reinforce the primacy in discourse of objective, scientistic concepts of class, history, and modernity.”

Un párrafo de uno de los artículos de mi reading list para mi próxima presentación en clase, en dos semanas. Estudio la cultura japonesa, pero a veces me parece que lo que leo está en chino ^_^

Rationalism (I)

· 3 min read

“I want to be, if I can, as sure of the world (the real world around me) as is possible. Now, you can only attain that to a certain degree, but I want the greatest degree of control. I don't… I never involve myself in narcotics of any kind, I don't smoke, I don't drink… because that can easily just fuzz the edges of my rationality, fuzz the edges of my reasoning powers; and I want to be as aware as I possibly can. That means giving up a lot of fantasies that might be comforting, in some ways; but I'm willing to give that up in order to live in an actually real world — as close as I can get to it.”

James Randi (@8:03)

“Economists… forgive me, for those of you who play the lottery… but economists, at least among themselves, refer to the lottery as a ‘stupidity tax’. Because the odds of getting any payoff by investing your money in a lottery ticket are approximately equivalent to flushing the money directly down the toilet (which, by the way, doesn't require you to actually go to the store an buy anything). Why in the world would anybody ever play the lottery?”

Dan Gilbert (@6:10) via The German Component

“One great mistake (and maybe this is the legacy of the Romantic Era) is that we think that all the great feelings of transcendence that you might get in the face of a marvelous piece of art; or you feel in front of a landscape; or the wonderful, oceanic sense you have when you feel love for someone… we have this idea that somehow these are incompatible with being rational. And this is a great problem. There is nothing paradoxical about a rational man or woman falling in love or [swirling?] in front of a Michelangelo. These are the great, wonderful emotions of being an adult human being.”

Ian McEwan (@17:20) via Richard Dawkins

I love quotes; I collect them. Whenever I read or hear a sequence of words that strikes me as true, or as particularly beautiful, cunning or moving, I write it down. Oddly, I have to admit that I love discovering quotations even if the source is considered frivolous or unreliable, e.g. advertising. I guess that the mere realisation that someone else uttered, or put in writing, a thought that one has always regarded as useful or valuable is in itself exciting, no matter the agenda or the legitimacy of the author. In the last few days I have stumbled on these three wonderful videos in YouTube, all of them related to rationalism in one way or another; and I strongly agree with most of what they say. What do you think?

Cuento agridulce de navidad (y III)

· 4 min read

(Leer las partes primera y segunda) Llegando a Charing Cross me viene la inspiración de pronto; recuerdo que varios homeless viven entre los pasillos de la estación de metro y la de ferrocarril. Bajo las escaleras y le doy varios sandwiches a un hombre que está tumbado sobre cartones. El pasillo es uno de esos grandes y amplios del metro, con el techo y las paredes alicatados. Al fondo veo a mi segundo objetivo, sentado contra el muro, con las piernas dentro de su saco de dormir verde. Me acerco a él y me mira, agitando el dedo índice delante de la cara. Cuando llego a su lado está diciendo: No fish! No fish! A pesar de eso no pone muchas objeciones y escarba con curiosidad entre los triángulos de pan en cuanto me agacho frente a él con la bandeja en una mano, como un camarero. Agotados los recursos que el metro puede ofrecer, emerjo a la superficie de nuevo, resuelto a liquidar las existencias. Enseguida encuentro a otro repartidor, esta vez del London Lite, que es un diario gratuito (y caro, en relación calidad/precio). Le echo morro e intento una suerte de simbiosis unilateral, plantándome junto a él y extendiendo mi bandeja en sincronía con su fajo de periódicos. ¿Qué más se puede pedir? Señora, llévese a casa esta noche de gratis una cena medioqué y las peores noticias de Londres. Al poco me siento un poco culpable, porque el ratio de conversión del repartidor está disminuyendo en proporción al cuadrado de la distancia que nos separa. Le sonrío para quitarle hierro al asunto e intento discutir con él detalles sobre la puesta en práctica, delimitar competencias, pulir las rebabas de nuestra oferta. El repartidor no me entiende. Y por una vez no es mi inglés, sino el suyo. No habla una palabra, el pobre. En ese momento formulé mi Ley de Marketing Sandwichero: se colocan muchos menos sandwiches trabajando en tándem con un repartidor del London Lite que operando por libre. Vaya usted a saber por qué. La verdad es que si tuviese que ganarme la vida haciendo esto, lo llevaría crudo, me digo. Claramente las personas serias e introvertidas no damos el tipo para repartir cosas por la calle. Mucho menos si esas cosas son gratis. No servimos ni para eso ni para otras muchas profesiones, como ya señaló un amigo mío. De todas formas, también es cierto que a estas alturas la bandeja ya no tiene el aspecto lustroso del principio: la comida está distribuida irregularmente por la superficie de plástico y hay algunos trozos de pan huérfanos o desparejados. Tengo que trabajar en la presentación del producto. Necesitaría un escaparatista. En vista del escaso éxito me vuelvo hacia el repartidor y le pregunto por gestos y en indio (indio americano, no indio de la India) si hay vagabundos cerca (Homeless? Homeless here?). Me señala la entrada de uno de los teatros del West End, a cincuenta metros de distancia. A saber qué demonios cree este tipo que le he preguntado. Por si acaso, me acerco un poco al teatro. Pero no veo a nadie con pinta de agradecer un sandwich de un desconocido. Todo a babor hacia Leicester Square. Fue una mala decisión. Eso sí: Merry Christmas, Merry Christmas. La intención es buena, pero me gustaría pararlos y decirles que me la suda que sea navidad. Mi tercera y última vergüenza por sorpresa: me da vergüenza que piensen que el espíritu navideño me impulsa a hacer esto. Me da vergüenza que piensen que soy manipulable (aunque lo sea irremisiblemente). Bajando de nuevo hacia Trafalgar Square, me vienen a la cabeza las palabras de un personaje al que admiro y me digo que les den por culo a los pobres. No veo mucho más que pueda hacer, es tarde y aún tengo que preparar mi equipaje para volar mañana. La mitad de la segunda bandeja acaba en una de esas papeleras cilíndricas abiertas al cielo, tan Westminsterianas. Atravieso la plaza en diagonal para meterme en el metro. En el centro de Trafalgar Square, un árbol de navidad gigantesco, cargado de lucecitas. Es la mitad de alto que la columna de Nelson. La base está vallada y hay parejas y familias alrededor; haciendo fotos, gritando, frotándose las manos enguantadas. Haciendo las cosas que se hacen en navidad.

About personal challenges

· 3 min read

(The third and last installment of my controversial “Cuento agridulce de navidad” is sketched and coming soon. In the meantime, I need to share a thought now, before it vanishes from my Gruyère-shaped memory.) Yesterday officially marked the beginning of the spring term at University of London and all its colleges — among which mine, Birkbeck. Today I got a brand new teaching pack for the core course. During the next eleven weeks I'm supposed to read (and grok!) all this (and ideally should read much more)… in addition to roughly the same amount of reading for one of the optional modules.

…all the while attending classes, preparing a couple of short presentations, writing another two 3K- or 5K-word essays (and I haven't finished all my essays for the first term yet), starting to dive into specific readings for my final dissertation (due in September) and, when possible (hopefully!) attending some of the wonderful seminars and conferences that our department, the School of Languages, Linguistics and Culture has in the oven for this term. I forgot to mention that I also work full-time. Oh, and I'm addicted to the Internet. “Suicidal” is a word that comes to my mind often in these days. And here the thought. Because I risk sounding pretentious (once again), let me first say that with the grandiloquent term “personal challenges” I encompass all the human, worldly, modest enterprises that we pose ourselves throughout life. Unless you can find your own name in the pages of the encyclopaedias, your personal challenges most likely will fall within that vast array of propositions, projects and justifications that we use to invest our existence with some purpose. Your personal challenges are devoid of meaning but for yourself, often hardly noticed by anyone else, completely unknown to the cosmos. And yet, didn't you challenge yourself hardly enough, your life would not be a life but mere resistance. Every time I take up a new personal challenge (a difficult one, not one of the sort “this year I'll eat more vegetables”) I kind of say to myself that, once that's achieved, I'll relax, get a life, switch back from objects to people and become more “normal” (whatever that be). But that never happens; rather the opposite seems true. I feel like I've taken up quite a few personal challenges during the last three years. Some of them proved to be very difficult. At least they were to me. I have succeeded more than failed (or so I think). Annoyingly enough, I keep on cooking new personal challenges which, in my own little world, might well be the toughest to date. Will those be the most rewarding, too? Increasingly, I have the feeling that I'm spreading myself too thin. Does that happen to you? Where is the equilibrium? How do you decide whether a particular enterprise will make you happier or just waste your time? Does the mere fact that I'm reflecting on it and writing this into the wee small hours indicate that I'm damned beyond hope? Good morning.