La mayoría de mis fines de semana son bastante parecidos entre sí. El
último fin de semana fue de los otros.
Trabajé un sábado por primera vez en el medio año que llevo en esta
empresa, y lo extraño es que no me importó (¿es grave, doctor?). Por la
noche, unos amigos y yo teníamos un plan que no prometía demasiado, y
sin embargo se nos hizo tarde en un local del Soho que no conocíamos,
con música en directo, riéndonos mucho y haciendo el
payaso.
La mañana siguiente no estuvo tampoco falta de sorpresas ni de
emociones.
Después del domingo, la vuelta al ritmo apresurado de trabajo (estamos
en la cuenta atrás para el lanzamiento de nuestro software) me tiene
un poco agobiado. Esta noche, cuando salí de la oficina sentía que no
podía volver a casa directamente; necesitaba hacer algo distinto. Entre
la música y el cine, que son mis dos analgésicos habituales, opté por el
cine.
He visto Scenes of a sexual
nature.
Siempre he reclamado todo el Mérito Artístico para las buenas películas
de ficción científica, muchas de las cuales se basan en efectos
especiales espectaculares, o en mundos paralelos y futuros fantásticos
que a veces se nos antojan exagerados o infantiles (por más que estén
cargados, a menudo, de humanidad y filosofía). Para mí, The lord of
the
rings
es una pieza de la cultura (¿casi?) tanto como pueda serlo
Casablanca.
Incluso puedo admitir, con algo de sonrojo, que me encantan ciertas
películas «ligeras» que probablemente ningún crítico cultureta va a
definir nunca como obras maestras
(Blade,
28 days
later,
Resident
evil).
…y aún así, no hay nada comparable con un simple primer plano de un buen
actor, en un guión realista, representando emociones humanas con toda la
riqueza y complejidad que en ellas caben. Y de esto hay bastante en
Scenes of a sexual nature.
Había estado recolectando motivos para ir a ver esta película británica
de bajísimo presupuesto, y ya me sobraban. (Quiero decir, motivos sin
contar la aparición de la subcadena sex
en el título ;¬)
Toda la acción de la película transcurre en Hampstead
Heath.
Hampstead Heath es un parque público inmenso en el norte de Londres.
Como El Retiro de Madrid, pero casi el triple de extenso y más salvaje.
(Y es sólo el segundo en extensión de Londres; el más grande es
Richmond
Park,
que es como ocho «retiros»). Ese parque me encanta (como casi todos los
de aquí). Además, y no sé muy bien por qué, disfruto como un enano
viendo Londres en las películas. Será porque reconozco los
lugares
y puedo visitarlos después con otros ojos. El caso es que este parque
aparece en todo su esplendor en la película, en una época que debe ser
finales de primavera. Y aparece como es; con sus típicos bancos de
madera (cada uno con una dedicatoria en una plaquita de metal), con las
espectaculares vistas sobre el horizonte de la ciudad, con sus lagos y
con los picnics británicos de mantel, cesta de mimbre, cubertería
completa y copas de cristal.
Otro buen motivo era la presencia de la encantadora Gina
McKee,
a la que ya tenía ganas de volver a ver después de There's only one
Jimmy
Grimble
y Notting
Hill.
Si dijese que la película cuenta la tarde en el parque de varias parejas
no conectadas entre sí, sonaría aburrido y uno podría creerse el
comentario (negativo) en
IMDB.
Lo interesante es que todos esos acontecimientos están tratados de una
forma diferente a la habitual. Hay una pareja divorciándose, otra
hablando de tener niños, otras dos parejas que se reencuentran después
de estar un tiempo separadas… y en todos los casos, hay algo
completamente inesperado, u original, que lo hace interesante. En
algunos casos, el detalle es evidente desde el principio; pero en otros,
el espectador lo descubre de pronto, y eso le da un giro más atractivo.
El director y el guionista, que son noveles, consiguieron tener a
algunos actores célebres, como Ewan McGregor, a base de darles la brasa
durante meses e hipotecarse personalmente.
De todas formas, supongo que mi opinión tan buena sobre la película
estará distorsionada porque he podido disfrutar realmente del inglés que
usan los personajes. No hay diálogos muy rápidos, la dicción es clara y
la música no tapa las voces de los actores. Así que he podido recrearme
en los acentos, la entonación y esas cosas que son una gozada cuando uno
se para a apreciarlas; incluso teniendo un inglés tan pobre como el mío.
«It's good to know that some things… just stay*.»*
Es tarde. Mañana me levanto otra vez a las 6:45 para intentar terminar
la importación de sesiones de entrenamiento desde un pulsómetro con
infrarrojos a la aplicación que estamos construyendo.
Sé que mañana a las 7:30 en el metro las emociones humanas y las
riquezas de matices me van a importar un huevo.