Seis
Z me señaló y hay que cumplir. Así que me estrujo las meninges para encontrar chorradas nuevas que contar, diferentes a las cinco viejas que ya conté. Y encima esta vez son seis, no cinco. Reglas:
- Explicar las reglas (ecco la meta-regla).
- Avisar a quien te invitó a jugar («¡Zetaaa…!»).
- Revelar seis cosas insignificantes pero curiosas sobre ti mismo (a ello vamos).
- Enmarron^WInvitar a otros seis incaut^Wblogueros.
Las seis cosas:
- Hay temas que redirijo a
/dev/null
siempre y de forma casi inconsciente. Las secciones de deportes de los telediarios o de los periódicos las ignoro mecánicamente, muy especialmente el fútbol. Pero lo más grave me pasa con la información meteorológica. Cuando aparece el hombre/mujer del tiempo mi atención se pierde. Si estoy interesado en la previsión porque planeo hacer algo al aire libre soy capaz de escuchar durante cinco segundos, máximo. Pero invariablemente cuando el tipo se despide me doy cuenta de pronto de que no me he enterado absolutamente de nada. Imposible. - Hay dos situaciones en las que suelo pensar que la gente habla demasiado. La primera es cuando el diálogo se vuelve unidireccional durante un buen rato, y no porque la otra persona tenga mucho nuevo que contarme o porque yo esté interesado en cada mínimo detalle. Me incomoda que la otra persona no se dé cuenta como yo me doy cuenta. Especialmente cuando estoy ocupado, o tengo prisa por irme, o necesito hacer otra cosa y alguien me da un palique inesperado. Hago mis mejores esfuerzos por no ser maleducado y lanzar mensajes subliminales en plan «hey, perdona… ¿te importa si lo hablamos mañana?» y me fastidia cuando no se captan. No me malinterpretéis; me gusta hablar con mis amigos, discutir cosas, contar y que me cuenten. Pero no me apetece siempre. La otra situación se da cuando estoy con un grupo de personas y hay una que monopoliza la conversación. Al cabo del rato mi atención y mi interés empiezan a decaer. Y me siento un poco incómodo; no solo por mí, sino también por el resto de personas.
- A veces me doy miedo a mí mismo por lo frío y racional que puedo llegar a ser. (Hum… ¿no es esta frase paradójica?). Me pasa cuando tengo que sopesar pros y contras para tomar decisiones, o cuando surgen conversaciones sobre cuestiones morales o dilemas existenciales. Creo que en el fondo tengo sentimientos (recuerdo que una vez sentí uno, vagamente) pero sé que a veces parezco un robot.
- Mientras escribo esto escucho a Antony & the Johnsons.
- Hace años que sé exactamente cuál sería mi trabajo ideal: dirigir y presentar un programa de radio en la madrugada de la inconmensurable Radio 3 de RNE en el que se hablase de cine, música, ficción científica, internet, computadores y cultura digital; pondría la música que me gusta y escribiría los textos. Hace años también que me resigné a consolarme con el segundo trabajo ideal para mí. Lo malo es que ése sí que no sé cuál es.
- Mi próxima visita a Z en Bruselas en realidad esconde el propósito secreto de atentar contra las instituciones europeas que intentan imponernos a los ciudadanos británicos esa mentalidad continental uniforme, erradicar nuestras singulares unidades de medida y condicionar nuestra política exterior.
Seis inocentes potenciales (aunque a varios no creo que les interese):