«Nada, que le tiraba. Madrid tira mucho. Hasta a los que no son de
aquí. Yo lo soy, nacido en Madrid.»
— Luis Martín-Santos, «Tiempo de Silencio».
El Café
Gijón
es hasta barato (3,70 € un espresso con leche en mesa, más la
propina) teniendo en cuenta lo cargado que está el lugar de significados
y lo electrizante que es leer allí ciertos libros. Hoy he salido del
metro en Banco de España y he subido por el Paseo de Recoletos. He
llegado pronto, había muy poca gente, y he elegido una mesa bajo el
espejo enorme. Me he encaramado en el plástico rojo de ese asiento
corrido tan acolchado, espalda contra la pared, y he amortizado el
desembolso alargando mi café y disfrutando del ambiente mientras el
lugar se iba llenando poco a poco. Será la sugestión del lugar y del
precio, pero juraría que el café estaba especialmente rico.

He alternado lectura con contemplación (no interior, sino de la otra).
Los camareros van todos de uniforme blanco, excepto el señor orondo que
maneja el comandero, que va de negro y con corbata. A mi alrededor,
intentaba detectar indicios en los parroquianos. Un señor que estaba
solo, como yo, abrió su moleskine nada más llegar y escribía a ratos.
Un viejo, al que el jefe de camareros saludó con complicidad, y que por
su edad debió ser coetáneo de los del 98 por lo menos, parecía dibujar
bocetos en su libreta hasta que llegó su amigo un buen rato más tarde.
Un hombre cerca de mí explicaba a otros dos la situación de las
licencias de televisión privadas, comparaba con otros países y
desentrañaba los intereses políticos detrás de ese negocio.


El libro que yo llevaba era muy propio (no iba a leer allí a Larry
McMurtry, claro): «Tiempo de
Silencio»,
una novela de 1961, muy comentada y muy celebrada, de Luis
Martín-Santos,
que empecé a leer ayer mismo. La que tengo es una edición 35ª, nada
menos, e incluye las páginas que fueron censuradas cuando se publicó por
primera vez. Al parecer, la novela es un retrato fantástico del Madrid
de finales de los años 40; y desde que me enteré de qué iba y mis padres
la sacaron de entre los estantes de libros y me contaron un poco acerca
de su autor, estaba deseando leerla. De eso hace dos meses. Y aunque me
estoy tapando los ojos con la mano para no leer los espóileres en la
Wikipedia (deberíais verme; qué ridículo estoy), me ha parecido ver que
el propio Café Gijón sale en la novela.